CONSTRUYENDO EL PUEBLO DE DIOS
por: Frederick Guttmann R.
16. EL PROPÓSITO DE LA VIDA
Muchos obvian u omiten algo importante, ¿Cuál es el propósito de la vida? La inmensa mayoría de personas no lo sabe. La inmensa mayoría no entiende SIQUIERA quién es, qué hace aquí, qué propósito tiene en la vida, o la vida misma qué propósito tiene, o mucho menos qué pasa cuando el cuerpo biológico fenece. Vemos sufrimiento por doquier, relaciones rotas, familias disfuncionales, maltratos físicos y verbales, servidumbre, pobreza, enfermedades, estrés, angustia y desesperación, infelicidad, falta de perdón, incertidumbre, infidelidades, tristeza, miedo, anhelos que parecen inalcanzables, etc. Hay un “Dios”, como sea que cada cual lo interprete o le llame. Estableció leyes en el cosmos, las cuales son las bases para la felicidad, el éxito, la prosperidad, la abundancia, la paz, la felicidad… bendijo a su creación, pero su creación ignora la Verdad de su existencia y de las leyes, y eso se reduce en sufrimiento. Dado que el ser humano dedica casi todo su tiempo a la subsistencia, lo poco que le queda de tiempo le resulta complicado dedicarlo en descubrir los misterios de la existencia, pues tiene que asearse, descansar, alimentarse y tener algo de vida social, con su pareja, hijos o amigos. Muy pocos sacan algo de tiempo para leer o estudiar de manera autodidacta. Dada tanta carga, lo que desean es entretenerse con algún dispositivo tecnológico o salir a pasear o practicar algún deporte, siendo muchos los que creen que necesitan una adicción o vicio para no explotar y tirarse de un puente.
'Fortitudine Vincimus' (Unidos Venceremos)
Siguiendo ese ritmo, se mantienen dentro de un mismo bucle. Así pasan los años y las décadas y llega la vejez, cuando, entonces, se plantean la razón de la existencia. Ahora dejarían todo para correr, vivir y disfrutar, pero parece que su cuerpo ya no está para esas aventuras. Muere y reencarna, y la película se reinicia. Vida tras vida continúa con sus inquietudes, esclavo de las adversidades y la persecución de alimento y techo. Ese “Dios” ya todo esto lo sabe de antemano. Sabe todo antes de que ocurra, sabe que así llevamos cientos de miles de años en este planeta, y sabe que es el común denominador en los demás planetas, porque así es la existencia en el cosmos: la permanente lucha por la supervivencia. Por eso este planeta tiene recursos de sobra para alimentar y mantener incluso a 11 mil millones de seres humanos. Pero “Dios” sabe que hay fuerzas y gentes que sirven al ego, y, por tanto, monopolizan los recursos, esclavizan a la sociedad y desestabilizan el equilibrio natural. De esta forma han existido imperios, ha habido guerras, las gentes han sido obligadas a pagar tributos, ceder tierras, ceder a sus hijos para las guerras y a sus hijas para el placer de oligarcas o aristócratas.
Crees que eres reo de las circunstancias, de que te ataquen, te maten, te violen, te invadan, te rapten como esclavo, que caiga una sequía y destruya tus cultivos, que caiga una inundación y arruine la cosecha, que venga una plaga y arrase lo que has sembrado, que un rey obligue a tus hijos ir a la guerra, o que tome a tu hija como su concubina, no sabes si puede venir un desastre natural o una enfermedad, a ti o a tus bien amados, o a tus animales de campo, no tienen poder sobre tus propiedades (cuando quiere, el estado viola la Ley Natural y toma dinero de tus cuentas o las embarga, te quitan casa, carro, porciones de tu sueldo o hasta a tus hijos). En fin, ¿no hay nada que nos libre de tales desgracias? En la Biblia se habla muchas veces de obedecer los mandamientos de Yahveh para que te vaya bien en todo y seas bendecido y prosperado. En Génesis 28:18-22, dice “Y se levantó Yakob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella.” Y agrega, “E hizo Yakob voto, diciendo: Si fuere Elohim conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Yahveh será mi Elohim. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Elohim; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.” Aquí hay una muestra de compromiso. Tú me ayudas y yo te ayudo.
17. CRECIMIENTO SOCIAL
El concepto de “pueblo de Israel” fue el puente para una libertad social e individual. Libres de tiranías, imposiciones y miedos, protegidos en sus cosechas, en su pesca, en sus ganados, en su salud, en sus tierras. Mas esto desapareció y reapareció hace poco más de un siglo en el territorio que el imperio británico dio a los judíos y les ayudó a recuperar. De una manera acelerada lograron reverdecer el desierto del Negueb, sin tener fuentes hídricas disponibles a modo de ríos, lagos o manantiales. Tuvieron que desalinizar agua del mar y del lago más salado del mundo, el Yam ha-Melaj (Mar de la Sal, conocido fuera de Israel como ‘Mar Muerto’). Crearon un ejército, ante el peligro de los enemigos, se unieron como una comunidad, creando kibutz (eco aldeas) y aprendieron a pensar como familia, no como país. Todos participaban y todos ayudaban, y recibían apoyo del extranjero de familiares y comunidades judías y cristianas. Así Israel se convirtió en una superpotencia, pese a ser uno de los países más pequeños del mundo. Allá no hay pobres ni escasez, es un país que vive en la abundancia. ¿Por qué no hay prosperidad a nivel social en el resto del mundo? Porque cada cual va por su propio camino. Todos piensan en la caza de su propia riqueza, no de un crecimiento social. Cuando de crecimiento social se trata, responsabilizan a una ficción llamada “estado”, como si fuese su padre y ellos unos niños inválidos. Si una célula del cuerpo pensase y actuase así, moriría en poco tiempo, sería una parte inútil del organismo. Si más células actuasen así, en poco tiempo el cuerpo moriría. Tú eres una célula del cuerpo de la raza humana, y cuando te haces indiferente del cuerpo del que haces parte, mueres, y todos los que son como tú, son los que provocan el envejecimiento y muerte prematura del organismo. Ese es el sistema de pensamiento del ego, la idea de separación, de no ser parte del todo, de no verse como uno con sus semejantes, de desentenderse y separarse.
Las comunidades que se crean al marguen de esta mentalidad egoísta, prosperan, se valen por sí mismos, producen su alimento y cubren sus necesidades, moran en sus propias tierras, producen su electricidad y trabajan de manera participativa. Pero ni siquiera hace falta salirse de la ciudad, baste que un grupo de personas se ponga de acuerdo en algo, y lo sacan adelante juntos. Mas hay que tener por claro que, si ninguno colabora, nada se hará, y nada va a cambiar, ni en ese momento ni nunca. Hay gente que se cree que "Dios" debe ayudarles, porque sí, y que debería quitar la pobreza y la enfermedad del mundo, evitar las guerras, o sea, violar la ley del libre albedrío e imponernos lo que consideramos que es lo que debería ser, ignorando que la pobreza, la guerra, la enfermedad y la injusticia la creamos nosotros mismos. Israel no habría prosperado, ni en el pasado ni en el presente, de no ser por la participación de todos sus miembros, dentro y fuera del país. Es lo mismo con la “obra de Dios” o la “obra de Cristo”. ¿Cómo va a haber una organización de ayuda humanitaria si no hay alimentos para ofrecer? ¿Quién va a dejar su trabajo para ir a ayudar a otros si tiene que pagar renta o hipoteca, agua, luz, transporte o combustible, necesidades de los hijos, teléfono, impuestos? Pero luego los religiosos dirán dentro de sí, “señor te sirvo con mis oraciones”, mientras sus conciudadanos se mueren de hambre, niños no tienen padres, gente hay adicta a las drogas, suicidios, etc. Pero creen, incluso esos religiosos, que eso es responsabilidad de “sus” políticos. Me pregunto si cuando “venga” Yeshua le dirá a los políticos, “tuve hambre y no me disteis de comer, estuve desnudo y no me vestisteis” - siendo que ya ellos implementan en muchas naciones planes de asistencia social - o si esas palabras del evangelio no se refieren, más bien, a los que se creen siervos de Dios. Cristo puso “obras de antemano para que anduviésemos en ellas”, pero la mayoría del tiempo el hombre lo dedica a servir al César, su estado, y en buscar su propia libertad financiera (o esclavitud financiera, para muchos). Y es que loco sería el que quiere “dejarlo todo y seguir a Cristo”, porque de seguro que, con la mente pobre y mezquina de la sociedad – incluyendo a los religiosos –, le toca vivir bajo un puente.
A los diezmofóbicos les sorprende cuando su conciencia les dice, “¿de dónde crees que se puede ayudar a otros sin fondos ni recursos?”. Ellos quieren creer que eso brota de las piedras. Las llamadas “ofrendas” o “donaciones” permiten que en este mundo – y en cualquier otro – algo se puede sacar adelante y mantenerse. Un hombre que tuviese una emisora de radio para transmitir Luz Espiritual a los oyentes, ¿de dónde paga los equipos? ¿Cómo paga el alquiler del estudio, la luz, el agua, el teléfono? El enriquece al alma de ellos, y ellos le deshonran como parásitos que no aportan nada a su vida en agradecimiento. Si quisiera emprender ese proyecto, ¿de dónde saca el dinero, el contrato y el fiador para el alquiler del local? ¿Del aire? ¿Le dice acaso, “¿qué Dios te lo pague”? Y el que la arrienda dirá, “ok, yo no tengo que pagar la hipoteca de ese local ni tengo que dar de comer a mi familia, no te preocupes”. Ojalá, y aún si fuese así, nada de gratis recibe honra, porque todo tiene un valor y todo es honrado cuando le das valor, porque si no te implicas en dar y en recibir, no creas convenio o implicación, no sellas vínculo, y eso quiere decir, que no eres parte de ello. Por eso primicias, diezmos, ofrendas, limosna, etc., sellaban la vinculación del individuo con su dios para con sus Derechos sobre la tierra, sobre la posesión, la prosperidad y sus bienes. Y si un joven desde su casa monta una página web y administra redes sociales, debiendo pagar sus equipos, los servicios, los cursos para aprender a hacer esto, y le dedica horas y horas al día sirviendo al Amor y la Verdad, ¿debe decirle a su mamá, “Dios proveerá”? ¿Cómo provee “Dios”? Acorde a lo dispuesto en la Ley: el obrero es digno de su salario.
Si hubiese personas religiosas honestas, que se nutren del trabajo de ese joven, moverían cielo y tierra para enviarle donaciones, conscientes de lo que implica que su ministerio crezca y llegue a más personas sin interrupción. Ese joven puede tomar de este guía y de aquel maestro, y promocionar su trabajo, aunque él no sea un sacerdote. Pero él ama eso que ha decidido hacer y lo hace con un gran pasión y deseo de que el trabajo de aquellos que él promociona en redes sociales sea conocido, porque sabe que esos que él promociona son maestros de la Verdad que transforma al hombre, y son la base para cambiar nuestro mundo. Cuanto mejor sea el internet, más calidad habrá; cuando mejores sean los equipos irá todo más rápido; cuanto menos tenga que pensar en irse a buscar un trabajo para enriquecer a un tipo que busca su propia prosperidad, más podrá dedicar ese tiempo a promover la Verdad para elevar la conciencia de la humanidad. Con todo, para eso debe saber que puede darle a la madre un dinero para que ella cubra los gastos y vea que su hijo es honrado por su dios y que lo que hace de bien procede y su dios es verdadero. Si la obra de la Luz no avanza y nuestro no mundo mejora, no es por los políticos sino porque los que deben apoyar no lo hacen. Hay pocos obreros, y los que deciden servir son deshonrados por sus hermanos. Como dirían los evangélicos, “no se salvan más almas”, porque “la mies es mucha y los obreros pocos”, y tristemente la mezquindad y espíritu individual carcome el corazón de los hombres, incluidos esos que se creen que son de Cristo. Si el “pueblo de Dios” o “pueblo de Cristo” no prospera, la primera razón es por individualismo, su egoísmo, su indiferencia, su falta de compañerismo, su falta de conciencia, su falta de honor y su tacañería. Escrito está, “nadie puede decir que ama Dios si odia a su prójimo”, y quien no hace nada por su prójimo no lo hace por su dios, ni por Yeshua, por cuanto, si eres miserable con tu prójimo, al que vez, ¿cómo serás bueno con aquel al que no vez? Si no piensas en trabajar en equipo y aportar, apoyando por tu parte con lo que esté en ti poner, ¿cómo pretendes formar un equipo, una organización, un cuerpo? Si no te implicas con el “cuerpo de Cristo” y el “pueblo de Dios”, NO ERES PARTE del mismo, y, por tanto, no tienes Derechos a recibir o exigir para con este “cuerpo-pueblo”, y Cristo "te vomitará de su boca".
18. EL DERECHO
El plan de Yahveh con Israel incluía, entre sus aspectos principales, la libertad del hombre. El derecho de propiedad, la seguridad, la prosperidad y abundancia, la paz, el libre comercio e intercambio, la justicia y la longevidad. Lo que todos desearíamos. No obstante, aquella nación cayó, fue dividida y sus pobladores repartidos por el mundo. ¿Se deshizo el plan? No, el plan estaba basado en una promesa, un pacto hecho por uno de nuestros principales antepasados: Abraham. No importa si no eras descendiente de sangre, baste que cumplieses los mandamientos establecidos y sirvieses a la Luz del Creador, y entrarías en la herencia. De esta forma, “donde hay dos o más reunidos” en nombre de la Verdad, ahí está cumpliéndose la promesa. De manera que sí se puede vivir como Yahveh había planeado para Israel. Eso es lo que realmente significa ‘Israel’: Personas unidas creando una sociedad, el futuro de la humanidad de este planeta. Todos apoyándose, aportando, creciendo en comunidad, intercambiando recursos, aligerando cargas.
19. EL SACERDOTE
El libro de Mashah (Moisés) llamado Jubileos, refiere en su capítulo 32 lo siguiente: “El catorce de este mes, Yakob se levantó de mañana, tomó el diezmo de cuanto había traído, desde hombres a animales, tanto oro como especie y vestidos: de todo hizo el diezmo. En aquellos días había concebido Raquel a su hijo Benjamín, con el que Yakob cerró el cómputo de sus hijos. Subió Yakob, y tocó a Leví la suerte de Adonai: su padre lo invistió con la vestimenta del sacerdocio y le llenó las manos. El quince de este mes llevó al altar catorce toros, veintiocho carneros, cuarenta y nueve ovejas, siete corderos y veintiún cabritos como holocausto en el altar de sacrificios agradables a Elohim por su buen aroma. Este fue su cumplimiento del voto que había hecho de dar diezmo con su ofrenda de frutos y libación. Cuando lo consumió el fuego, puso incienso en él por encima del fuego. Hizo además una ofrenda pacífica de dos toros, cuatro carneros, cuatro ovejas, cuatro machos cabríos, dos corderos añojos y dos cabritos: así estuvo haciendo a diario siete días. Comían él, todos sus hijos y sus hombres con gozo los siete días; bendecía y alababa a Adonai al que había cumplido su voto, que lo había salvado de todas sus tribulaciones. Tomó el diezmo de todos los animales puros e hizo un holocausto; animales impuros no dio a su hijo Leví, pero le dio todos los esclavos. Leví fue ordenado sacerdote en Betel ante su padre, Yakob, entre sus diez hermanos. Allí ofició como sacerdote, y Yakob cumplió su voto así: nuevamente tomó los diezmos de Adonai y lo santificó y fue santo. Por eso está establecido en las tablas celestiales la ley de dar diezmos doblemente, para comer ante Adonai en el lugar escogido a fin de que permanezca allí su nombre año tras año; esta ley no tiene termino de días: es perpetua. Está escrito de esta ley que se cumpla año tras año, comiendo los diezmos segundos ante Adonai, en el lugar elegido, sin dejar nada de este año para el próximo. En su año debe comerse la semilla, hasta cumplir los días de la siguiente recolección, y el vino hasta los días del vino, y el aceite hasta los días de su época. Lo que de ello quede y se ponga viejo considérese contaminado y quémese al fuego, pues es impuro. Coman así juntos en la casa santa y no lo dejen envejecer. Todos los diezmos de vacuno y ovino sean santos para Adonai y sus sacerdotes; cómanlos ante él año tras año, pues así está establecido y grabado acerca de los diezmos en las tablas celestiales.”
Lamentablemente este relato tan trascendente no está registrado en la Torah, y, por consiguiente, la falta de esta información empírica y explícita da lugar a debates egóicos sobre el diezmo, que terminan por perjudicar a los ministros de “Dios” y a la propia persona, que invalida la ley, se desvincula de su herencia y maldice la obra de “Dios”, cayendo él mismo en maldición. El Segundo Libro de Henoc (en su capítulo 23, de los fragmentos del Qumran) relata la historia de Sopanima y su esposo Nir, hermano de Naj (Noé), donde ella queda embarazada sin que su esposo la hubiese tocado, a pesar de que ella era estéril. Un suceso que no se remite solamente al caso de la concepción de Yeshua y su entonces madre Mariam. Era algo que parecía ocurrir recurrentemente en muchas culturas. En fin, un “ángel” le dijo a Nir que el niño era “celestial”, y cuando naciese vendrían a llevárselo para ser sacerdote. De este es del Melki-Tzedek que se conoce como un humano nombrado para ser cohen (sacerdote) del Dios más grande de todos los dioses, siendo el 13er sumo sacerdote de esta orden, antecedido por su padre Nir, antes Metushelaj (Matusalén), antes Henoc, y así hasta el inicio con el patriarca Set, el hijo de Adam. Este es un sacerdocio vitalicio que habría iniciado con 13 sumos sacerdotes, y le siguieron otros 13, donde el 13º fue Yeshua, a quien llaman Jesús de Nazaret. No obstante, el concepto recibe su imagen de un gran Melki-Tzedek que no es originario de este planeta, y del cual habla la Carta a los Hebreos en el llamado Nuevo Testamento. De aquel Melki-Tzedek podemos leer en diversos manuscritos, como el tratado de Melki-Tzedek de las cuevas del Qumran, el tratado de Melki-Tzedek de Nag Hammadi, o el propio Pistis-Sofia, o evangelio de Valentino.
De este sacerdocio emana otro temporal, que fue puesto en manos del patriarca Levi, uno de los 12 hijos del patriarca Yakob, “Aquella noche se quedaron en Betel, y Leví soñó que lo habían instituido y hecho sacerdote del Dios Altísimo, a él y a sus hijos perpetuamente. Se despertó de su sueño y bendijo a Adonai.” (Jubileos 32:1) Es importante entender que el uso de la definición “perpetuamente”, que aplica a la orden de Melki-Tzedek y la orden de Levi, indica que su sacerdocio no tiene fecha de finalización, siendo representada en el "cristianismo" en quienes fueron constituidos por "Dios" y por Yeshua. Aquí se ve la primera refutación ante quienes aducen que el llamado a este sacerdocio prescribió con la llegada de Yeshua o con la destrucción del Templo de Yerushalim. Y ha de acotarse que Yeshua era en realidad levita, no judío. Yeshua recibe por adopción de Yosef el ser judío, pero es de su madre, Mariam, que biológicamente recibe el ser levita, como su abuelo. Yoakim, padre de Mariam, era sacerdote del Templo, pues su familia era de la tribu de Leví, y, por ende, Yeshua recibe el sacerdocio levítico, así como el sacerdocio de Melki-Tzedek (acorde a la Carta a los Hebreos 2:17 y 4:14-16). ¿Qué es ser un verdadero "sacerdote"? El que tiene vocación de servir a un dios.
Cuando hay presupuesto y equipo comprometido de trabajo se pueden lograr grandes cosas.
20. SERVIR A DIOS
A lo largo de la Biblia y demás obras espirituales se habla de “servir” al gran “Dios”. En esencia, una y otra vez esta apreciación es vista como parte del llamado y compromiso de diversas personas respecto de ese “Dios”. Con todo, ¿cómo “sirves” a un dios? El servicio es algo que ofreces. Servir es de ser de utilidad. Si algo no sirve te deshaces de él, ya no es útil. ¿Qué puede hacer un ser humano que a un dios le sea de utilidad? Si es un dios, no necesita nada, ni a nadie. Sería inverosímil imaginarse a un ser inmortal, eterno, creador de vida, autosuficiente y soberano que requiera la ayuda de un mortal. Lo que necesite sólo basta que chasque los dedos o dé una orden verbal al universo, e inmediatamente se hace. ¿No es así cómo os lo imagináis? ¿No es ese el argumento de muchos para decir que “Dios” no necesita el dinero de nadie? ¿Dónde lo va a gastar, en el Mc Donalds del cielo número 56? Pero parece que Yahveh sí necesitase de personas que le sirviesen, ¿pero para qué? Nombró sacerdotes, con el tiempo videntes (luego denominados ‘profetas’), más tarde jueces, luego reyes, más tarde apóstoles, y finalmente toda una suerte de ministros, tales como maestros, pastores, evangelistas, sanadores y otro nutrido grupo de oficios. En realidad, ninguno de estos servicios son cosas de las que dependa “Dios”, sino, más bien, ocupaciones que tienen por fin ayudar al propio ser humano, a su prójimo. En otras palabras, son actividades que tienen por objeto servir es al propio hombre. Es como si ese dios sólo tuviese interés en que nos ayudemos unos a otros, y en eso consiste esencialmente el servirle a Él.
Esto nos lleva a la cita bíblica que expresa que “nadie puede decir que ama a Dios, pero odia a su prójimo”. En estricto rigor, lo único que busca “Dios” es el bien del hombre, y por extensión, de toda su creación. Como se desprende de la ley, “el hombre es el eje central de la sociedad”, pues sin hombres no habría sentido de ley, derecho, propiedad y justicia. El hombre es, empero, la conciencia del universo. Lo que pretende “Dios” con estos servicios que demanda es que funcionemos como sociedad. Baste analizar los mandamientos que estipuló Yahveh por boca del ángel Yefifyah y Henoc a Mosheh (Moisés). Véase como se vea, todas son legislaciones que giran en torno del beneficio del propio ser humano. Es como imponerte normas para que no te hagas daño a ti mismo ni a tus congéneres. Y de ahí establecer toda una serie de normativas que desglosan hábitos que protegen al pueblo, como dijo el rabino Hilel en el tiempo de Yeshua en Yhudeah, “no hagas nada contra tu prójimo, esa es la ley, y todo lo demás de la Torah son comentarios (complementos)”. De manera que, volviendo con Melki-Tzedek y Leví, su sacerdocio no es otra cosa que mediar por los hombres, por sus hermanos. En eso consiste el servir a “Dios”, y de ahí dimanan el resto de ministerios relacionados con “Dios”, y con Cristo (el Despertar de Conciencia).
El sacerdote, el juez, el profeta, el rey, el apóstol, el pastor, el maestro, el evangelista, el sanador, etc., están realizando una vocación, como cualquier otro individuo puede estar laburando para sí mismo o para un amo, o jefe. Si bien, el rey acá fue pedido por el pueblo, ya que no estaba incluido en los ministerios, y es evidente la razón: debía ser Yahveh el rey, pues ya los jueces, sacerdotes y profetas se encargaban de la administración de la nación, y tenían la Ley como sistema judicial para obrar la justicia. El rey sólo iba a exigir tributos, tierras, mujeres, hombres para la guerra, pleitesía y recursos, es la diferencia entre la ley de Dios y la ley del hombre (el estado). Esto distaba mucho de lo que representa un “siervo de Dios”, y conlleva más a abusos e injusticias que al beneficio del pueblo.
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