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Foto del escritorFrederick Guttmann

JESÚS NO MURIÓ POR NADIE

Por: Frederick Guttmann R.

(Escritor e investigador israelí)


      Hace unos 2.000 años nacía una nueva religión cuyo nombre se adaptó por la etiqueta que a sus seguidores pusieron los pobladores de Antioquia: ‘jristianós’ (cristianos). Presuntamente estas personas seguían enseñanzas de la secta judía de los nazarenos, testigos del maestro judío-levita Yeshua ha.Notzri, quien había ordenado a 12 shlijim conocidos posteriormente como “apóstoles”. Unos siglos más tarde, las diversas corrientes llamadas “cristianas” – tras severos momentos de persecución a manos del imperio romano – fueron absorbidas por el imperio del momento, como estrategia de controla político y social. Las creencias de los llamados “cristianos” decían basarse en las enseñanzas de Yeshua ha-Notzri, al que llamaron Jesucristo, mas el groso de las doctrinas que seguían eran en realidad una combinación de religión judaica con “cristianismo”. Estos elementos estuvieron presentes desde la crucifixión de Yeshua debido a las creencias judaicas arraigadas por la inmensa mayoría de sus seguidores, y, en especial, por el principal portavoz de la nueva religión: el judío-benjaminita Shaulo de Tarso. Aunque pueda parecer que los llamados “apóstoles” propagaron las enseñanzas originales de Yeshua ha.Notzri, o “el nazareno”, a la verdad ello mezclaron sus propias interpretaciones de sus enseñanzas con sus creencias sociales, tomando como base, eso sí, el centro de las enseñanzas de Yeshua: el amor y la hermandad.


        De esta manera, analizando objetivamente las enseñanzas de Yeshua, trascienden el ámbito religioso, y constan en la Ley del Amor y el uso y crecimiento de la Conciencia, siendo implícito en esto la visión de hermandad humana, el buen trato con el semejante y la búsqueda interior de la trascendencia espiritual y de la liberación mental de los entresijos del ego. Por ende, la estructura del “dogma” que vino a conocer como “cristianismo”, no se debió a una enseñanza real o directa de Yeshua, sino de Shaulo de Tarso, quien tomase la visión escatológico-profética del mesías judío, y la aplicase a la persona de Yeshua ha.Notzri. Este habrían sido el mismo modus operandi de los alumnos directos de Yeshua, empezando por gran parte de sus llamados apóstoles. Así, más allá la simpleza empírica de hechos como los “milagros” llevado a cabo por Yeshua, sus enseñanzas sobre el “reino de los cielos” y sobre nuestro ‘Padre’ celestial, y sobre sus muestras de ejemplo sobre cómo debía proceder un verdadero hijo del creador del universo, las creencias “cristianas” se elaboraron por personas que asumían e interpretaban los fenómenos ocurridos y los aspectos de la vida y la ley en función de sus propios paradigmas y creencias arraigadas.



No existió ningún Jesús en Judeah


Para empezar, para el que no lo sabía, no existe ninguna persona de la historia de Israel que se hubiese llamado ‘Jesús’. El sonido ‘Je-Sus’ no se corresponde con ninguna forma lingüística, ni del hebreo ni del arameo, ni siquiera del idioma griego. Tiene similitudes con ciertas definiciones, pero ninguna con las que los llamados “cristianos” la relacionarían. La persona histórica a la que evocan se llamaba ‘Iehoshuah’, pese a que sus conocidos le llamaban simplemente ‘Ieshua’, que en hebreo significa ‘salvación’.



La tal naturaleza divina


                Pese a que está constatado en la literatura antigua hebrea que Yeshua era – y es – tan hijo de Elohim, hijo del Padre Creador, e hijo del soberano dios Alion, como nosotros, una materia que rápidamente se introdujo en el llamado cristianismo fue el concepto de la “naturaleza divina” de Cristo. La necesidad de seguir venerando a dioses no tardó en reincorporarse en la sociedad que abrazaba la nueva religión. Ahora tenían un nuevo dios llamado Jesús, y así podía proseguir con la práctica de la idolatría que, valga decir, estaba claramente prohibida en los Diez Mandamientos de la Ley del Sinaí. Sea ignorando, obviando o no entendiendo las propias escrituras hebreas, los llamados cristianos que establecieron las reglas y parámetros de la doctrina de la comunidad llamada cristiana, llevaron a cabo varios Concilios Ecuménicos para que la figura de Yeshua ha.Notzri fuese invisible en lo que a maestro se refería, y lo clavaron en una cruz en cada una de sus “iglesias” en la forma de un individuo sufriente, torturado y anulado de madera o yeso pintados.


              Pese a que hay pasajes que son tomados como argumentos para distanciar a la persona de Yeshua de sus semejantes, los mismos pasajes enfatizan en que la naturaleza divina es, en efecto, algo mutuo entre todas las almas encarnadas en cuerpos humanos. Ese es el caso de una discusión que Yeshua tuvo en Ierushalim (Jerusalén), antes de su arresto: <<Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?>> (Juan 10:31-36. Traducción RVA 60) La defensa de Yeshua en esta discusión es que él decía que era hijo de Elohim, que en lengua hebrea dicha expresión quiere decir que pertenece a la raza de los dioses. Pero el agrega que porqué se enfadaban con él si por el Espíritu Santo se asume que el rey David había escrito dicha cita sobre otras personas en el pasado, a su vez reiterando los títulos puestos por el profeta Mashah (Moisés). Empero, ya a otros seres humanos les habían llamado así: <<Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo; Pero como hombres moriréis, Y como cualquiera de los príncipes caeréis.>> (Salmo 82:6-7) Como este, muchos argumentos forzados han sido inventados por el llamado cristianismo para crear la figura de un dios distinto a nosotros mismos, como ajeno a nosotros, y no como un hermano mayor y maestro al cual imitar (que fue la intención verdadera de Yeshua).



La muerte de un dios


          Por muy insólito que se vea dentro de la teo-logía antigua, el cristianismo afirmaba que un dios había sido torturado, desangrado y asesinado por mortales. Si analizamos las antiguas mitologías, semejante cosa nunca se había oído. Había presentes historias de guerras entre dioses, pero rara vez alguna donde un mortal venciese a un dios, o le hiciera sangrar. De hecho, existía la idea común de que los dioses no sangraban porque no podían morir (eran inmortales). Solo los semidioses gozaban de la vida mortal con atributos de dios conjuntamente, ya que eran hijos de algún padre o madre mortal y alguna madre o padre inmortal. Así es similar en la historia de Yeshua, donde su padre es inmortal y su madre mortal, pero, pese a esto, los cristianos no lo han considerado un semi-dios, sino, incluso, el propio Creador del Universo introducido en el vientre de Mariam, hija del sacerdote Joakim. Se podría decir que sus primeros seguidores sí lo veían como un semi-dios, pero la idea era burda para la cúpula de la religión emergente, así que lo subieron al estatus del Padre Creador, llamándolo “su hijo único”. Así, pretendieron sacarnos a todos los demás hijos de la relación, para poder crear una jerarquía, y, claramente, la curia se pondría encima de la jerarquía, pues esta estrategia era política. De habernos puesto todos en el mismo estado de hermanos, nadie podría gobernar a otro, y el imperio romano se habrían venido abajo, y con él la naciente Iglesia Católica.



El gatillo de culpabilidad del presunto pecado


Como YESHUA (Salvación) explica en sus trabajos con Helen Schucman en 1975-1976 y en sus ‘Cartas de Cristo’ de 2000-2001, él no murió por nadie. Él vivió por muchos. El sistema jurídico recibido por Mashah (Moisés) en el Sinaí no daba lugar a que un hombre pagase por la trasgresión de otro. El sacerdote judío Iejetzkiel (Ezequiel) enfatizó esto al escribir, <<no pagará ningún hombre por el pecado de otro, sino que cada cual pagará por su propio pecado.>> En términos de ley, si tu cometes homicidio, tu irás a la cárcel. Las condenas no son trasferibles, no puede venir tu mamá al juicio y decir, “no, métanme a mí a la cárcel”. Eso no es Justicia, porque no es Justo. Quien comete delito es quien debe pagar por su delito. En términos de la ley enseñada al pueblo de Israel en el Sinaí, dos cosas eran delito: pecado y trasgresión. Pecado es el término usado por la superstición social para denominar lo que, en efecto, se remite a lo que es el “daño a sí mismo” o el “daño a otro”. De esta manera, el presunto “castigo divino”, no es sino mero consecuencialismo. Así, la mecánica de pecado-juicio no es otra cosa que la ley de Causa-Efecto. Cuando las gentes ignoran la Ley Universal de la Compensación, y el Electromagnetismo implícito en ella, creen que un dios desde una nube observa lo que hacen, y cuando le “desobedecen” les parte con un rayo o les manda alguna desgracia. Esa creencia – e infinitas más – absorbieron los hebreos de las leyendas populares de lo que las “naciones” pensaban. La trasgresión era violar el sistema judicial. En realidad, tanto “pecado” y trasgresión estaban interconectados con las advertencias expuestas en el sistema judicial recibido por Moisés en el Sinaí. En esencia, cualquier violación de las 613 ordenanzas era una violación de la Ley (los Diez Mandamientos), que establecen la forma explicativa de la Ley Universal en pocas palabras y en el contexto de la situación humana en este planeta.


Al analizar debidamente las enseñanzas de Yeshua es claramente observable que su discurso no trataba de castigos o de un destino irrevocablemente doloroso para la gente si no le “aceptaban”, sin no “creían” en él o sino se bautizaban. Por el contrario, esencialmente habló del “reino de los cielos”, o del “reino del padre”, y las únicas menciones de los evangelios sinópticos a lo más parecido a “infiernos” fue en sus discusiones – y las de Juan el bautista – con la mafia-casta político-religiosa. A ellos les hablaron del concepto de tormento del valle de Hinom, como quien realiza una admonición o regaño a un delincuente, recordándole que por su actitud puede terminar pagando una multa o pena de cárcel. A quien no es delincuente no tiene sentido hablarle de eso. ¿O acaso un padre le dice a su hijo, “si no crees en mí, o en mi secta, irás a la cárcel?”. Tus creencias y el código penal son dos cosas diferentes. Nadie va a un infierno si no lo merece, igual que quien no ha cometido crimen no puede pagar condena alguna. Es irracional, y creer que un dios “justo” haya predestinado esto es que está mentalmente enfermo. O habla de un dios injusto creando ese infierno para no culpable, o habla de un dios justo que no puede condenar a nadie que no es culpable: las cárceles se crean para los delincuentes, no para los que no han cometido crimen. Por eso Yeshua no enseñó sobre a la gente sobre infiernos, porque no eran delincuentes, sino que les habló del “reino de dios”, porque tenían un Padre celestial y una herencia que les pertenecía.


Cosa diferente es si hablamos del sufrimiento que nos causamos a través de las cosas que hacemos, sin entender la mecánica de electromagnetismo de la que se rigen muchos parámetros de este universo. Ese sufrimiento, cuyo arquetipo se llama “muerte” (Met) o “destrucción” (Abadon), es el resultado de los pensamientos, emociones, ideas, acciones y decisiones que tomamos desde los elementos no equilibrados de nuestra mente. Gracias a guías como Yeshua, podemos aplicar una serie de disciplinas que nos “salven” de este consecuencialismo magnético de las fuerzas que dimanan de nuestro ser. Si bien, esta verdad incómoda ha sido censurada por las esferas “cristianas” para no perder el control sobre las masas, pues necesitan que dependan de sus instituciones y se sientan permanentemente culpables y dependientes del capricho del dios que ellos elaboraron. Por esa razón ellos hablan de “pecado” fuera de la esfera de la causa y el efecto y la responsabilidad propia del hombre, e inventan que “pecas contra Dios” o “le ofendes”, como si un ser perfecto y ausente de ego se rebajase a tales trivialidades o tuviese frutos del ego.



El rito del sacrificio de inocentes


Como los hebreos eran supersticiosos, y creían las mismas tonterías mitológicas de otros pueblos – incluyendo las doctrinas satánicas del derramamiento de sangre como “deleite celestial” -, practicaron desde temprano la abominación de matar animales – y algunos incluso personas -. Pese al paciente trabajo de los ángeles que trabajaban con los arcángeles Metatron y Yefifyah - de la conciencia colectiva Yahveh -, el sincretismo hacia una liberación del yugo de las viejas creencias demoniacas y tóxicas no surtía efecto. Estos ángeles (o ‘malaakim’ en lengua hebrea) trataron de ver si dejándoles matar animales durante un tiempo al menos no matarían personas para su culto abominable. Por años se les dejó realizar esta masacre, pensando que, si entendían que matar un animal de su pertenencia les “dolería el bolsillo”, evitarían repetirlo. En cambio, interpretaron que, mientras tuviesen suficientes animales para matar, podían quebrantar la “ley” y masacrar animales. En consecuencia, queriendo quitarles un hábito progresivamente, se convirtió en un genocidio animal diario.


Por eso muchos que se creen especiales en este mundo, practican el genocidio de niños, de animales para consumo y de soldados y civiles en conflictos armados. Empujan genocidios como “sacrificios” que asumen que es un “pago por sus pecados”, cuando en realidad están “pecando con más pecado”. Entonces dijeron los ángeles: <<harto estoy de vuestros sacrificios… me son abominación.>> Y es que NUNCA les habían gustado ni interesado. La sangre es la vida, y Yeshua no dijo NADA de derramar su sangre como ritual, eso lo agregaron los judíos seguidores suyos que interpretaron su crucifixión como una analogía a los sacrificios habituales por una presunta expiación de culpas o deudas. Matar no paga una deuda, crea una deuda. Al único que satisface esa muerte es a un demonio, y si están en deuda con él, podría interesarle el sufrimiento y la energía de esa sangre. La muerte de Yeshua no salvó a nadie, por el contrario, causó la destrucción del templo, porque los que coaccionaron a Pilatos dijeron, <<su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos>>, y 30 años más tarde ese karma lo materializaron los romanos contra Yehudeah (Judea) y desterraron a los judíos por casi 1.800 años, como bien había profetizado Daniel.


¿De dónde salió la creencia de que matar a un animal podría ser de agrado a un dios? De los shedim, rujot ha.temaa, lilim, siirim y otros seres incorpóreos, y de los drakonianos (el ‘Dragón’ mencionado en el Apocalipsis). Los únicos entes que pueden considerar agradable matar, sufrir, derramar sangre o violar la ley por homicidio (el mayor de todos los delitos), son aquellos que vibran en resonancias de densidades-dimensiones inferiores y planos de realidad inferior. Ellos motivaron a druidas y brujos para realizar conjuros en objetos de piedra, yeso, madera y otros materiales, para que formas-pensamiento se adhirieran a ellas, y cuando la gente les venerase les pasase la energía espiritual del Ruaj (espíritu-conciencia) para alimentarlos. Ellos también fomentaron el asesinato como medio de tomar la energía potencial que dimana del sufrimiento, como una droga adictiva para esas entidades. Los sacrificios no expían pecados, son una aberración y delito que fomenta el dolor y la crueldad, y alimenta la drogadicción de entes oscuros, por no decir que crea un karma por asesinato. Todo delito es mediado por fuerzas de otros planos de realidad dimensional, que actúan como funcionarios. Ellos, con tal de que les des su droga, evitarán muchas veces devolverte el karma que te mereces TEMPORALMENTE, y eso estimuló la creencia supersticiosa de que matar una criatura te libraba de las consecuencias de tu violación de la ley: te hacían cambiar el delito de dañar a tu prójimo en algún nivel, por el de homicidio (empeorando tu karma).



Una vida consagrada al servicio


Se dice que Yeshua afirmó: <<el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.>> (Mateo 20:28) En realidad el texto no dice “vida”, sino ‘psyji’ (mente, alma), lo cual muchas veces se suele confundir, tanto en las traducciones, como en los modismos usados por los hebreos. Una “vida” de consagración se define como “dar tu alma”, pues, decir que das tu cuerpo sería, en efecto, ofrecer el envase corporal para que sea usado, como en la idea de los sacrificios. Así, “dar tu mente” es ofrecer toda tu atención a determinada cosa. De esta forma, Yeshua vino a entregar tu tiempo de calidad y toda su atención para ayudar a muchos. Si decidió desencarnar a tan temprana edad fue, principalmente, porque desde una dimensión superior lograría más resultados que dentro de un cuerpo de carne y huesos, sujeto al espacio (distancias), el tiempo, la fatiga, el hambre, la limitación del diálogo verbal, la limitación de la comprensión del idioma, etc. Así cuando Yeshua dijo que él voluntariamente entregaba su vida era porque lo hacía voluntariamente, y luego la volvería a tomar (Juan 10:17-18), pero nada dijo de sacrificios, de sangre o de expiación de pecados (cosas que agregaron posteriormente sus seguidores). Hay que entender que se está hablando de “poner la vida” por muchos, no “poner la muerte”. La sola confusión en la comprensión de estas palabras es negligente por parte de los presuntos teólogos. Empero, en hebreo, el uso de la definición ‘Nefesh’ (alma), procede de ‘Nishmat’ (aliento, respiración), y se refiere a la “experiencia de vida”.


Yeshua pudo dedicarse a una vida relajada y cómoda, conociendo los secretos de la felicidad, pero prefirió “consagrar” su “vida” (alma) a llevar la luz a otros. Por eso dijo, <<no hay amor más grande que este: que uno entregue su vida por sus amigos.>> Vida no es igual a muerte: son dos cosas diametralmente opuestas. Yeshua consagró su vida a la Luz, ofreció su vida para dar a conocer la Verdad del Amor Elevado, de la Unicidad y del Poder de la Mente. Yeshua vivió en Medio Oriente dedicado a otros, pero luego siguió “su vida” en dimensiones superiores de la existencia de este universo. Sacrificó una vida [de enseñanza y sanación], por retomarla después a sus anchas. Yeshua no murió para pagar la liberación de nadie. Cualquiera que observa el mundo, sigue igual que hace 2.000 años, pese a que los evangelistas usen ese lavado de cerebro de la “salvación” sin reconocer la verdad de los hechos. Yeshua no murió por nadie, vivió hace 2.000 años en esas regiones de Medio Oriente para tratar de enseñar a los judíos que “todos somos uno”, que “el universo es un sueño creado por una mente de la que todos hacemos parte” y que “todo lo que te ocurre en la vida tú mismo eres quien lo atraes”. En vez de entender esto, los judíos – incluidos sus discípulos, los apóstoles, como Pablo mismo – mezclaron sus enseñanzas con las del judaísmo y la tradición rabínica, tratando de encontrar una relación forzada entre las enseñanzas de Yeshua y las de Moisés, y pretendiendo entender la relación de todo esto con sus creencias de “la raza especial” y del “mesías dominador del mundo”.


Yeshua eligió que mataran ya su cuerpo porque estaba cansado y decepcionado. Había trabajado duro por 3 años tratando de que entendieran su mensaje, y no veía resultados remarcables en quienes le oían, ni una velocidad de propagación del mensaje, muhco menos como él quería que sentendiese. Ya había alcanzado la Resurrección (Takum = Despertar-Alzar-Iluminación) durante las 6 semanas que pasó en el desierto tras someterse al rito del bautizo, así que quería terminar su misión para elevarse a los niveles de conciencia de amor-luz, de modo que se hallara en plena armonía y unicidad con la totalidad del Padre-Uno. No podía entrar en esas dimensiones con un cuerpo de Tercera Densidad, porque <<ni carne ni sangre pueden ver el reino de Elohim>>, así que pensó en la forma en que se desharía de ese avatar físico, aprovechando para dar un mensaje culminante y fulminante en la conciencia humana. Sabía lo que simbolizaba la cruz, socialmente, según la Torah, y espiritualmente, así que eligió esa como la manera de despojarse de la atadura de este avatar mortal. Sin la limitación del cuerpo podría operar abiertamente desde Cuarta Densidad y llegar a quien quisiera y cuando quisiera, y a cuantos él quisiera llegar. Para Yeshua, la muerte en la cruz - sabiendo los suyos que podía liberarse de ella – les dejaría ver que “ante la agresión, la respuesta es la no acción”, y así “muere el ego”.


En otra publicación explicaré lo concerniente a la parte de la Ley y el Antiguo y Nuevo Testamento, que se tienen que ver con los símbolos que tuvieron lugar entre la Pascua y el Pentecostés en que Yeshua reduce el sistema judicial antiguo a la Ley del Amor-Conciencia. Entre tanto, es hora ya de liberarse de esa doctrina vieja y tóxica que usa el llamado “cristianismo” como estratagema de chantaje emocional y cargo de culpabilidad de que “Jesús murió por ti”, porque él, en el mejor de los casos, “vivió por ti”, y VIVE, y VIVE POR TODOS Y EN TODOS, porque todos somos uno y porque la muerte no existe. Ninguna relación tuvo Yeshua con la muerte (pues una cosa es “morir” y otra es “dormir”), sino con la VIDA.


Puedes ver acá una entrevista con VOcultas donde hablamos de este tema: https://youtu.be/sH2sofT8kMA?si=Y0Si_VxwqKszzDKs

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